Monday 8 February 2016

Leyendas de agua

Adentrándonos en el misterioso universo romántico de Bécquer y sus Leyendas, los alumnos de 4º de ESO han recreado una leyenda local que tiene como motivo, trasfondo, ambientación, origen (o su fin), EL AGUA. 

Debido a la cantidad, y calidad, de los trabajos realizados por nuestros alumnos de 4º, hemos seleccionado las más llamativas, a las que podéis acceder pinchando en la imagen o a través de este enlace: [pincha aquí]


Como muestra, el inicio de una deliciosa y enigmática leyenda "la leyenda del castillo", que podéis continuar leyendo debajo del texto:

Estaba en una calurosa noche de verano, contando mil anécdotas e historias, mientras compartía el fuego con unos humildes viajeros que, al igual que yo, iban en busca de fortuna lejos de su pueblo natal. Cada uno veníamos de distintos parajes, pero tener el mismo sueño, el sueño de  una vida mejor, nos había unido.

Las historias que siempre me había gustado escuchar eran las de misterio, y esta me marcó especialmente, ya que, a lo largo de mi vida, descubrí que era algo que seguía pasando hoy en día.

Esta historia, que contó un viajero proveniente de una villa al pie de la sierra de Madrid, la Leyenda del Castillo, decía así:

Este fue un castillo de secretos, de asesinatos, de amores imposibles y de todas esas cosas que suelen pasar en castillos con tantos años de historia, como lo era el Castillo de Mataespesa. Durante el siglo XIX, vivió ahí una joven que dio lugar a la leyenda de aquella villa. La leyenda de la villa de Alpedrete. 


Esta joven se llamaba Luisa María de Narváez y Macías, cuyos padres eran María Del Carmen Macías y José María de Narváez, nobles descendientes del ducado valenciano. Ella era una joven preciosa, de ojos verdes como el bosque que rodeaba su castillo, tez pálida como la luna, cabello negro como la noche, figura esbelta y delicada..., toda una dama de noble cuna. Pero lo que dejaba huella, lo que hacía que cuando te fijases en ella te olvidases de todo lo demás, hasta de tu nombre, era su sonrisa. Quien la veía sonreír, parecíale estar contemplando un ángel. Se escribieron miles de poemas describiendo aquel rasgo. Se decía que era la sonrisa de una diosa. Sus labios color carmín, sus dientes tan brillantes como perlas, los pequeños hoyuelos en las mejillas. Aquello era de otro mundo. En consecuencia, todo aquel que posaba sus desdichados ojos en ella quedaba prendado por su belleza. Y la joven, ajena a esto, vivía feliz siendo querida y respetada por todos.
Su gran pasión, era la lectura. Podía pasarse días y noches enteras encerrada en la biblioteca. Dejándose llevar por los mundos imaginarios y fantásticos que le ofrecían aquellas puertas en forma de tapas. Su mente creaba miles de escenarios en los que combatía con dragones, aprendía junto a brujas o viajaba hasta la luna. Los libros influían en ella, hacían que su humor cambiase dependiendo de la historia, vivía los libros.
Pasaron los años, y su vida de ensueño cambió, en el momento en el que, en su decimosexto cumpleaños, sus padres le regalaron un libro. Era una historia de misterios, venganzas, y traiciones. Una historia con el poder para cambiar el rumbo de vida de los habitantes de Alpedrete, camuflado bajo el título de "La Sonrisa de la muerte".
Luisa se sumergió profundamente en la lectura. Dejó de comer y de dormir, y se encerró en la torre más alta para que nadie pudiese interrumpirla. Devoró las páginas y varios días después, la joven salió triunfante y con un brillo nuevo en su mirada.
Sus padres salieron a su encuentro, pues tenían una noticia para darle. Al cumplir los dieciséis años, debía contraer matrimonio y habían encontrado al hombre ideal con el que debía compartir el resto de su vida. Al escucharlos, la joven se opuso como quien lucha contra el viento y el mar, ya que, ella ya había encontrado a ese hombre. Ella... se había enamorado. Se había enamorado de un personaje ficticio. De un personaje, de su libro.
Por mucho que intentaron convencerla, ella siguió obcecada en lo contrario. No pensaba casarse con nadie más que no fuese con él, su amor verdadero. ¡Él la correspondía! No entendía por qué su familia se empeñaba en separarles, ¡estaban destinados el uno para el otro!
Subían a visitarla todas las noches con la esperanza de que su cordura volviese. Pero siempre sucedía el mismo ritual: ella solamente hablaba de él, de su amor, y todo se lo contaba con alegría y dulzura mientras sus ojos brillaban como estrellas. Decía que él vendría a rescatarla de su torre, entonces su voz cambiaba. Sus ojos se iban tornado del color de la sangre y hablaba con la amenaza tiñendo sus palabras. Aseguraba que en cuanto él viniese, les haría pagar cada mísero segundo que la habían hecho pasar encerrada en aquella torre. Cada mísero segundo que los habían alejado el uno del otro. Entonces, sus padres aterrados rompían a llorar y huían de la torre, convencidos de que su hija se había convertido en un caso perdido.
Hasta aquella noche.
Aquella noche de luna llena una fuerte lluvia caía, haciendo que inquietantes sombras se dibujasen en las paredes. El viento aullando ferozmente y los truenos sonando, hacían más amenazante la noche. Cuando los Duques subieron, como de costumbre, a ver a su primogénita, el miedo se congeló en sus rostros al entrar. Una fría presencia inundaba la alcoba pero no había rastro de su hija. Todo parecía en orden pero se podía sentir que había algo diferente. El silencio gritaba desde cada rincón, el vacío llenaba la habitación. De repente, el viento abrió violentamente la ventana y el ulular del búho entró haciendo que los duques abriesen al máximo sus ojos y entrelazasen sus manos temblando. Aterrados, se asomaron y vieron como a lo lejos su hija se perdía en el bosque sonriendo, para nunca regresar.
Abrumados por el dolor y la tristeza, los duques abandonaron su propiedad y nunca nadie más volvió a vivir ahí. Aquel castillo y su bosque, estaban malditos.
Desde ese día, miles de jóvenes desaparecieron en el bosque que rodeaba el castillo sin dejar rastro. Se cuenta que todos entraron persiguiendo a una joven con la sonrisa de un ángel. Sin saber que, en realidad, aquella era la sonrisa de la muerte. Porque nunca más regresarían a casa. Y se die que, para salvarse, hay que correr como si te persiguiese el mismísimo diablo. Porque la verdad es que así es, es su misma sonrisa la que te está siguiendo.
Aquella noche, cuando me quedé dormido, soñé con el bosque de la leyenda. Pero en cuanto vi a la joven ... salí corriendo como si mi vida dependiese de ello¡ mientras oía una risa macabra resonando entre los árboles. Cuando desperté, tuve la impresión de que, si no hubiese corrido, aquella sonrisa me habría matado.
Nikte Hernández (4ºB)



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